miércoles, 3 de julio de 2013

Habia, Erase y Cuenta

Había una vez... Erase una vez... Cuenta la historia. Son todos los mismos encabezados del estereotipo de un cuento. El duende solo podía encontrar relatos que siguieran una pauta que los ancestros de sus ancestros le enseñaron a apreciar. Nunca se atrevió a ver afuera del estanque. Ni siquiera podía ver afuera de su ventana, ya que los arboles de cemento y los arbustos de cables azules, blancos y amarillos no lo dejaban admirar el entorno.
Todo era cronometrado y medido, sin ton ni son. Día tras día, segundo tras segundo, la mecánica de la monotonía tejía el abrigo que el duende vestía y redactaba los diálogos y monólogos que tenia que interpretar. Todo para alimentar el voraz apetito del dios Nilknarf Nimajneb y todos sus acólitos. Lagrimas invisibles dibujaban una sonrisa falsa, casi estampada en un rostro de arcilla cuyo propósito era solo satisfacer al pagano dios.
Cierto día, el duende decidió seguir su instinto. Inmediatamente consulto su oráculo, el cual le mostró una ninfa, una deidad única, una sirena hecha perfección, una inspiración hecha realidad. Con la malicia que le caracteriza, el duende lanzó su hechizo y pronunció las invocaciones que bien lo caracterizaban. Tales actos, que siempre fueron motivo de su orgullo, esta vez lo hicieron ver el estanque, quemar los árboles de cemento y hacer trenzas con los cables de los arbustos... El duende se convirtió en un gigante, y todo por las palabras pronunciadas por el ángel de la libertad: "No le prometo nada. "
Así, la historia que empezaba con "había una vez" , ahora se relata con con música, pasión y aventuras, la verdadera esencia de un relato digno de leer.

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