El niño ve al peregrino y se pregunta si fue correcto estirar su mano para mendigar esperanza, y se da cuenta que como niño era su deber intentarlo, aunque fuera al peregrino
Ahora el niño ve al peregrino, que no se detiene ni por las inclemencias de una lluvia torrencial, o un sol de verano, pero sabe que al atardecer, la mano del peregrino estara esperando recibir la suya, para juntos recibir un nuevo amanecer
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